La agente literaria Carmen Balcells, impulsora capital el boom de la literatura latinoamericana y transformadora del mundo de la representación de autores de lengua hispana, falleció en Barcelona a los 85 años.
Personal de su agencia literaria confirmó el lunes a The Associated Press el deceso ocurrido la noche del domingo, sin precisar las causas.
Durante las décadas de 1960 y 70 Balcells cambió el mundo de la representación de los escritores al otorgarles un mayor poder en sus negociaciones con las casas editoras. La agente, a la que Gabriel García Márquez apodó Mamá Grande, por su capacidad profesional y la fuerte influencia que ejercía sobre los autores, manejó un vasto catálogo entre los que destacan el propio García Márquez, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, José Donoso, Jorge Edwards, Camilo José Cela, Juan Carlos Onetti, Ana María Matute, Julio Cortázar, Álvaro Mutis, Juan Goystisolo, Jaime Gil de Biedma, Isabel Allende y Manuel Vázquez Montalbán.
Nacida en la provincia catalana de Lleida en 1930, Balcells era hija de propietarios rurales y estudió peritaje mercantil antes de trabajar como secretaria del autor rumano exiliado Vintila Horia, dueño de la agencia literaria Acer.
En 1960, después de que Horia abandonase Barcelona y se estableciese en París, Balcells decidió fundar su propia agencia. La adquisición de los derechos de traducción de autores extranjeros fue el primer pilar de su éxito en una época en la que la censura franquista vigilaba y reprimía cualquier atisbo de libertad de expresión en España.
Supo vislumbrar la importancia que la literatura latinoamericana estaba cobrando en la década de los 60 y empezó a gestionar los derechos en el extranjero de los principales representantes de aquel movimiento. Para ello, cambió el esquema habitual de negociación, que sometía a los escritores a las decisiones de las editoras. Logró mejores condiciones y contratos para los autores, que veían en ella a una magnífica defensora de sus derechos.
Balcells terminó con la cesión obligatoria a los editores de los derechos universales y vitalicios de sus obras, sin importar la lengua y el país donde fuesen editados, consolidando así la seguridad económica y jurídica a los escritores.
Pero la agente hizo más que eso. Mimó a sus autores de modo que éstos solo tuvieran que preocuparse de escribir. Les ofreció apoyo humano y personal, creando una relación casi familiar con muchos de ellos. Sin embargo, en una ocasión confesó que no veía amigos en los autores, "sino intereses".
A partir del año 2000, comenzó a retirarse paulatinamente de su trabajo en la agencia, aunque ha supervisado toda su estrategia.
Con el mayor registro de autores en español de todo el sector literario, la agencia de Balcells firmó un acuerdo en 2014 con el estadounidense Andrew Wylie, considerado el agente literario más importante del mundo.
La rúbrica supuso la creación de un espacio de representación que aglutina a algunos de los escritores más renombrados, ya que al catálogo que forjó Balcells se unen ahora los nombres de, entre otros, Philip Roth, Martin Amis y Salman Rushdie.
Durante las décadas de 1960 y 70 Balcells cambió el mundo de la representación de los escritores al otorgarles un mayor poder en sus negociaciones con las casas editoras. La agente, a la que Gabriel García Márquez apodó Mamá Grande, por su capacidad profesional y la fuerte influencia que ejercía sobre los autores, manejó un vasto catálogo entre los que destacan el propio García Márquez, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, José Donoso, Jorge Edwards, Camilo José Cela, Juan Carlos Onetti, Ana María Matute, Julio Cortázar, Álvaro Mutis, Juan Goystisolo, Jaime Gil de Biedma, Isabel Allende y Manuel Vázquez Montalbán.
Nacida en la provincia catalana de Lleida en 1930, Balcells era hija de propietarios rurales y estudió peritaje mercantil antes de trabajar como secretaria del autor rumano exiliado Vintila Horia, dueño de la agencia literaria Acer.
En 1960, después de que Horia abandonase Barcelona y se estableciese en París, Balcells decidió fundar su propia agencia. La adquisición de los derechos de traducción de autores extranjeros fue el primer pilar de su éxito en una época en la que la censura franquista vigilaba y reprimía cualquier atisbo de libertad de expresión en España.
Supo vislumbrar la importancia que la literatura latinoamericana estaba cobrando en la década de los 60 y empezó a gestionar los derechos en el extranjero de los principales representantes de aquel movimiento. Para ello, cambió el esquema habitual de negociación, que sometía a los escritores a las decisiones de las editoras. Logró mejores condiciones y contratos para los autores, que veían en ella a una magnífica defensora de sus derechos.
Balcells terminó con la cesión obligatoria a los editores de los derechos universales y vitalicios de sus obras, sin importar la lengua y el país donde fuesen editados, consolidando así la seguridad económica y jurídica a los escritores.
Pero la agente hizo más que eso. Mimó a sus autores de modo que éstos solo tuvieran que preocuparse de escribir. Les ofreció apoyo humano y personal, creando una relación casi familiar con muchos de ellos. Sin embargo, en una ocasión confesó que no veía amigos en los autores, "sino intereses".
A partir del año 2000, comenzó a retirarse paulatinamente de su trabajo en la agencia, aunque ha supervisado toda su estrategia.
Con el mayor registro de autores en español de todo el sector literario, la agencia de Balcells firmó un acuerdo en 2014 con el estadounidense Andrew Wylie, considerado el agente literario más importante del mundo.
La rúbrica supuso la creación de un espacio de representación que aglutina a algunos de los escritores más renombrados, ya que al catálogo que forjó Balcells se unen ahora los nombres de, entre otros, Philip Roth, Martin Amis y Salman Rushdie.